Revista
Un buen perfume, al igual que una buena canción, debe tener una buena melodía con notas y acordes que se suceden de forma armoniosa construyendo una historia. Un fino hilo sonoro u olfativo que entra en nosotros y se queda grabado de forma indeleble, enlazando el estímulo organoléptico con las sensaciones que ha provocado en ti, generando así un engrama en nuestra memoria.
A la hora de componer una canción el autor utiliza su propio bagaje personal, sus experiencias, sus recuerdos, para tratar de expresar en su creación la idea que él tiene en su cabeza. Sin embargo y, esto es lo que resulta más maravilloso de todo, cuando la canción suena en otros salones, baila con otros pies o la cantan otras bocas, cobra nuevos sentidos, empieza a relatar otras historias, otros sentimientos, cada receptor la hace suya, la hace propia, y esa es la magia de la música.
El perfumista mezcla en su órgano vainilla, miel, flor de naranjo, ámbar, tratando de recrear el perfume que tiene en su recuerdo, para poder sentirse más cerca de ella
La misma magia que tiene un perfume. El perfumista mezcla en su órgano vainilla, miel, flor de naranjo, ámbar, tratando de recrear el perfume que tiene en su recuerdo, para poder sentirse más cerca de ella. Equilibra las notas hasta que consigue que, al olerlo, si cierra los ojos, la sienta a su lado. Pero un día ese perfume sale del laboratorio y empieza a recorrer las calles o acompañar el ambiente creado por la llama titilante de una vela, o el momento de relax en la bañera después de un día agotador. Se convierte en el perfume favorito de Sara porque fue el primer regalo que le hizo Luis, el perfume que hace que Marcos se vuelva loco cada vez que caminando por la calle le llega su estela, el perfume que provoca las lágrimas de Sofía cada vez que lo huele en otra piel.
En un perfume, al igual que en una canción, cada elemento es importante. Puede que haya uno que mantenga el peso de la melodía, pero es el conjunto de todos los componentes en sintonía los que hacen bella a la creación. El artista juega con todas las materias de su paleta buscando las piezas claves que hagan brillar su composición. Podemos reconocer una canción por un solo de piano, al igual que reconocemos un perfume por su acorde principal, pero las sutilezas, casi indiferenciables, son las que le dan la originalidad y la identidad. El perfumista añade notas precisas y minuciosas, y es la perfecta conjunción de estas pequeñas elecciones las que hacen de un perfume una verdadera obra de arte.
Y como todo arte, los perfumes y las canciones forman parte de la cultura de una sociedad y tienen un espacio en el inconsciente colectivo de las personas. Así pues, asociamos ciertas sensaciones a arquetipos desarrollados culturalmente. Dicho de otra manera, los perfumes, al igual que la música, siguen modas y cada generación se reconoce en un estilo.
Y como todo arte, los perfumes y las canciones forman parte de la cultura de una sociedad
La música de Funky town (Lipps Inc.) y el perfume de Poison (Dior) tienen la misma fuerza para transportarnos a la década de los 80. Los sintetizadores, las reverberaciones o las voces superproducidas, se asimilan a las notas opulentas y capitales, donde empiezan a verse las primeras notas frutales. La guitarra funk y el ritmo constante del bombo en I will survive (Gloria Gaynor) nos sumergen en la década de los 70, igual que la exaltación de las notas verdes, secas y aldehídicas de Nº19 (Channel) o Rive Gauche (Yves Saint Laurent) entre otros.
Música y perfume caminan de la mano en más aspectos de los que pensamos y ambos ejercen sobre nosotros una influencia mayor de la que llegamos a imaginar porque muchas veces se almacenan en nuestro subconsciente. Pero cada día, si ejercitamos nuestros sentidos, podremos descubrir el olor de las canciones y la melodía de los perfumes.
PALOMA MARTÍN
Junior Perfumer & Evaluator CPL AROMAS